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PLANETA ROB CRISTO

Hay otros mundos, pero están en este. Existen en nuestra imaginación, en los recuerdos de niñez, en las novelas que hemos leído, las películas que hemos visto o la música que hemos escuchado. Y de algún modo se quedan colgados en nuestra memoria. Son títulos de obras que perviven en algún rincón de nuestra memoria, personajes de alguna oscura película que nadie conoce pero que por algún motivo se quedó enganchada en nuestro subconsciente. Vienen del mundo de la literatura, la música, el cómic, la tele o el cine, que son los medios de los que se nutren la mayor parte de mis ideas. Con mucha serie B de por medio.

Rebeca es probablemente el mejor fantasma de la historia de la literatura y el cine. Su rostro nunca aparece a lo largo de toda la película, ya que la auténtica protagonista es la segunda señora de Winter, atormentada por la constante presencia de su predecesora en Manderley, la mansión de su marido. Y claro, con una ama de llaves como la señora Danvers, para qué necesita un fantasma. Daphne du Marier lo escribió y Hitchcock lo inmortalizó en glorioso blanco y negro. Yo, sin embargo, he elegido el color para reflejar el fuego purificador.

El Corsario de Hierro siempre fue mi favorito. Ni el Capitán Trueno ni el Jabato llegaron a emocionarme tanto. Aunque reconozco que los leía a todos. Pero quizá es que este me pilló un poco más mayorcito. Me gustaban sus compañeros Merlíni y Mac Meck y me encantaban sus compañeras, que aparecían y desaparecían de capítulo en capítulo: Lady Roxana, la princesa Bianca di Orsini, Diamba… Todos ellos siempre amenazados por malvados piratas como el aristócrata Lord Benburry -la Mano Azul-. He tratado de reunir y actualizarlos a todos en esta ilustración que homenajea el trabajo de Víctor Mora y Ambrós. De nuevo Bruguera hacía volar nuestra imaginación adentrándose en la guarida secreta de la Vieja Dama del Mar…

Milady de Winter, pérfida entre las pérfidas, encontró su camino hacia mi cerebro (y el de millones de espectadores) encarnada en la magnífica Lana Turner en la versión cinematográfica de los años 40 de "Los tres mosqueteros". Hubo muchas más antes y después, pero ni siquiera la durísima Faye Dunaway pudo borrar su recuerdo. Sensual, glamurosa, rubia platino, mentirosa, seductora, mala, muy mala; hasta se cargaba sin remordimiento -incomprensiblemente- a la buena de Constanza, amor del héroe D'Artagnan (quizá porque esta ya estaba casada y Alejandro Dumas no sabía qué hacer con este romance adúltero). 

Los Cinco supusieron mi introducción -y la de miles de niños y niñas por todo el mundo- a la lectura de libros. Enid Blyton consiguió, con las aventuras de Julián, Jorge, Dick, Ana y Tim (el entrañable perro de Jorge/Jorgina, precursora de los personajes de género no binario), llevarnos a correr aventuras que nunca ocurrían en la vida real pero que nos metieron el gusanillo de viajar, de ser independientes y conocer sitios nuevos. Al menos lo hicieron conmigo. De hecho, así empezó mi interés por la cultura británica: ¿qué era todo eso del pastel de carne y la cerveza de gengibre? Contrabandistas, ladrones, lugares míticos como la isla de Kirrin, cuevas, barcas, casas con siete chimeneas... Mi imaginación explosionaba cada vez que leía una nueva aventura de estos críos precoces: ¿qué tenían, 10-11-12 años? ¿Y sus padres les dejaban viajar solos, hacer acampada libre y conducir caravanas tiradas por caballos? ¡Guau! Inglaterra sí que era un sitio para conocer... 

Y aquí llegan mis queridas geishas. Una de las ilustraciones a las que más cariño tengo debido a la historia que hay detrás. Se trata de una preciosa imagen personal que se quedó grabada en mi recuerdo el día de mi boda. Fue en Campillo de Ranas, un bonito pueblo en la provincia de Guadalajara que cuenta en su honor con ser la población que más bodas del mismo sexo ha celebrado en todo el mundo. El mismo día de la boda, por la mañana, nos fuimos todos los que nos habíamos reunido allí a las pozas del pueblo a refrescarnos. En un momento dado vi que unas cuantas de mis amigas se habían retrasado y aparecían en el horizonte con sus sombrillas y vestidos exóticos, felices, llenas de color y magia. Siempre pensé en retratar ese momento, particularmente cuando los años se han llevado ya a dos de ellas, mis queridas Marta y Lidia, mis hermanas en la vida.   

Heartstopper, literalmente que me para el corazón. Y eso es lo que consigue esta maravillosa serie de televisión británica que cuenta los amores de un grupo muy particular de amigos del instituto. Todo empieza con el enamoramiento adolescente de un chico gay hacia otro aparentemente hetero, desarrollando una historia romántica que todos los que pertenecemos a otras generaciones desearíamos haber vivido a los 16 años. El argumento -basado en los cómics de Alice Oseman- se va ampliando para mostrarnos personajes bisexuales, lesbianas, trans, asexuales... Y todo ello con una inocencia y un exquisito grado de romanticismo idealizado al que -tristemente- muy pocos adolescentes con sexualidad no normativa tienen acceso en el mundo.  

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Tales of the City es una tri-trilogía de novelas ambientadas en San Francisco escritas por el escritor norteamericano Armistead Maupin. En los 90 la primera trilogía dio lugar a tres miniseries de televisión con actrices como Olimpia Dukakis y Laura Linney y recientemente ha tenido una revisitación actualizada en Netflix. En España esa primera trilogía se editó como Historias de San Francisco, en una versión no muy bien traducida y más bien barata. Las 9 novelas que integran esta saga (hay una nueva en el horno en estos momentos) me han servido de inspiración personal y creativa a lo largo de los años (no hay más que leer mi Una segunda vida para Berta, cuyas ilustraciones podéis ver aquí). Su concepto de la familia lógica y la familia bio-lógica dio en el clavo. Durante mis años trabajando en televisión tuve la gran suerte de poder entrevistar a Mr. Maupin en el lugar en el que transcurren sus novelas. Esta ilustración es mi pequeño homenaje a él y a sus entrañables personajes. 

Nuevas épocas piden a gritos nuevos héroes, nuevos iconos, como Orville Peck. La cultura queer sigue dando personajes que me hubiera gustado que existieran durante mi adolescencia. Habría entendido mucho más fácilmente que incluso un cowboy enmascarado que canta música country (¡y cómo!) puede ser gay, me habría servido como ejemplo a seguir. Y no es que yo fuera de los que agachaban la cabeza, pero los ejemplos públicos y valientes son necesarios para la cantidad de chavales y chavalas que andan perdidos en su camino de autodescubrimiento.

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Sandokan, el tigre de Malasia, pirata de largos cabellos y ojos encendidos, apasionado, intrépido, enemigo de la colonización de los blancos, romántico... Y con un aura sexy que no sé si estaría en los textos originales escritos por Emilio Salgari, uno de los maestros de literatura juvenil. Pero sí que estaba definitivamente en la mítica serie de televisión setentera en la que el actor Kabir Bedi le ponía rostro. ¡Y ojos! ¡Qué ojos! No me extraña que la Perla de Labuan quedase prendida de sus encantos...

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Bienvenid@s a la Isla de Kong, donde reina King Kong, enamorado para siempre de su reina, encarnada en el celuloide por primera vez por Fay Wray. Luego vendrían Jessica Lange, Naomi Watts e incluso  Brie Larson. Un amor imposible y tierno donde los haya. Paisaje tropical imposible que se da la mano con otros reinos de fantasía como la jungla de Tarzán, o los países escondidos de Sangri-La, La Atlántida, Sildavia o incluso la más inocente Isla de Kirrin. 

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El Capitán Nemo, misterioso, fugitivo, inadaptado, el antihéroe perfecto creado por la maravillosa imaginación de Julio Verne. Comandando su inigualable Nautilus, surcaba las profundidades de mares y océanos repartiendo su particular sentido de la justicia. Se le podría considerar uno de los primeros luchadores ecologistas. Infeliz, caballeroso, cultivado, audaz, sugerente, ambiguo. Así lo he imaginado yo, en su escritorio, fumando su pipa marina... Si queréis saber más, entrar en mi blog

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Fu-Manchu, objeto de fantasías terroríficas de nuestra infancia. Malévolo villano allá donde los haya, protagonista de múltiples películas de serie B y de historietas del cómic de las cuales no recuerdo ni una sola escena. Interpretado por actores tan dispares como Christopher Lee o Peter Sellers, el malvado doctor nos llevaba de nuevo a un mundo de intrigas, paisajes exóticos, pociones mágicas, venenos, espionaje y organizaciones secretas a punto de destruir el mundo. Era una época en la que los protagonistas de estas historias se dividían claramente entre buenos y malos, no había lugar para medias tintas. Todo era mucho más fácil...

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Cuando se acercan las Navidades siempre me siento en la obligación de diseñar una nueva postal de felicitación para ese año. Lo llevo haciendo desde que tenía 17 años y di comienzo a esta tradición con mi primer novio. Y la verdad es que mis amig@s no me perdonarían que no les entregara la suya puntualmente. Alguno siempre me recuerda que la Navidad no llega hasta que recibe mi felicitación. Estos últimos años me ha dado por motivos hollywoodienses (por los que habréis notado que tengo una especial querencia). Así que aquí está ni más ni menos que el genuino Groucho Marx con una adaptación al periodo navideño de una de sus más famosas frases. Y como no podía ser menos, también una escena de la película navideña por excelencia: It´s a wonderful life (¡Qué bello es vivir!), con el siempre maravilloso James Stewart y Donna Reed. En el rostro de la niña me permití hacer un pequeño homenaje a mi cuñada, que había fallecido ese mismo año. 

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Esta visión algo naif de los X-Men, o la Patrulla X como se la conocía por aquí, responde a un deseo de volver a la simpleza de lo que eran los personajes Marvel antes de que les dieran tantas vueltas. Claro que han sido muchos años, pero es que el culebrón ya no da para más. Así que he cogido a los miembros originales (Jean Grey, Cíclope, Ángel, Hombre de Hielo y Bestia) y les he confeccionado nuevos uniformes que reúnen algunas de sus características propias, usando para las poses las que realizó el gran López Espi para aquella maravillosa colección de cromos que venían en los pastelitos de la merienda... Todos menos Jean Grey, porque su papel era aún el de Chica Maravillosa y no he podido resistirme a recuperar la pose de su primera aparición como Fénix gracias al arte de Dave Cockrum y las ideas de Chris Claremont en aquella joya del cómic de superhéroes que fueron sus números, junto a John Byrne, que recrearon por completo el mundo de los mutantes. Sí, me encantaría verlos de nuevo juntos formando equipo, con sus vínculos de siempre y esa inocencia de los primeros años. Ya sé que se ha intentado varias veces con diferente suerte...

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Tarzán y su iconografía de la jungla siempre fueron una constante fuente de imaginación para mi mente infantil, nutrida en múltiples sesiones matinales o sesiones dobles de los antiguos cines de barrio. Me atraían particularmente las de blanco y negro con Johnny Weissmüller y Maureen O´Sullivan por su inocencia y simplicidad. Pero enseguida empezaron a aparecer civilizaciones extrañas, mundos perdidos que enlazaban perfectamente con otros personajes como King Kong o Ayesha, también representados en mi galería aventurera. Así que el mero título de Tarzán y la Mujer Leopardo ya me resultaba casi tan atractivo como el de Tarzán y las Amazonas. Lo más curioso es que aquellas mujeres poderosas (generalmente malvadas) solían ser siempre blancas, allí plantadas sin ningún sentido en mitad de la jungla. Así que yo he optado por representar a esta como una mujer africana fuerte y dominante, de físico rotundo, que obviamente puede sobre Tarzán, que aparece rendido tirado en el suelo amenazado por los terribles leopardos... ¿Qué pensaría el bueno de Johnny de esta representación? 

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